Las fronteras del mundo son tan artificiales como las guerras que las trazaron.
Carlos Martín Beristain
La frontera entre Colombia y Venezuela es uno de los lugares más complicados para defender los derechos humanos en América Latina. Es un territorio atravesado por múltiples heridas abiertas, tensiones históricas irresueltas y conflictos violentos latentes. Al mismo tiempo, en la frontera hay vínculos ancestrales, luchas reivindicativas, procesos sociales y un arraigo binacional que, en medio de la más profunda diversidad, convierten este lugar en un espacio común.
Desde 2020, conscientes de esa complejidad, decidimos articularnos con organizaciones, plataformas y defensores y defensoras de derechos humanos para aportar a mejorar sus condiciones de seguridad y promover la visibilidad y el impacto de sus luchas y agendas. Pero, sobre todo, decidimos aproximarnos a la frontera para entender la pluralidad del territorio y, desde ahí, afianzar diálogos entre la sociedad civil de ambos países, en momentos en los que las tensiones políticas y sociales fracturaron vínculos construidos desde hace décadas.
Frontera común, un proyecto que cuenta con el apoyo de la Embajada de Suecia en Colombia, es un retrato de ese camino. Estas páginas, que representan la diversidad del territorio, de la gente que habita la frontera, de sus luchas e, incluso, de sus visiones del mundo, son un homenaje a procesos de resistencia de comunidades que, en medio de las condiciones más adversas, le han apostado a la vida. A través de sus voces y sus relatos, este libro comparte miradas, experiencias y análisis de seis de los territorios más complejos de la frontera entre los dos países.
El libro tiene tres objetivos: 1) que las y los lectores puedan adentrarse en las complejidades de la defensa de los derechos humanos en una región tan particular como la frontera entre Colombia y Venezuela; 2) que estas experiencias sirvan para entablar diálogos fronterizos; y 3) promover conversaciones entre esas experiencias territoriales y quienes pueden tomar decisiones para que defender los derechos humanos no cueste la vida.
A partir de narrativas y estilos diversos, el libro contribuye a un debate inacabado, complejo y actual sobre cómo garantizar la vida y la defensa de los derechos humanos en esta región y cómo reconstruir esos vínculos a través de una cooperación transfronteriza.
El recorrido de Frontera común comienza en el estado venezolano del Zulia, en la frontera norte que comparten los dos países, donde habita el pueblo indígena binacional wayúu. La Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) retrata la precariedad de las condiciones de vida de las y los wayúu en el territorio ante la crisis de servicios básicos, y cómo allí el Estado ha instrumentalizado políticamente el hambre y la pobreza. En medio de ese contexto, la comunidad resiste en la defensa de sus derechos y en la conservación de su pervivencia y autonomía.
En el departamento de Norte de Santander, en Colombia, la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) relata la experiencia de organizaciones campesinas y de mujeres que luchan por defender la vida y el territorio en uno de los municipios más convulsionados del departamento: Tibú. Allí, defensoras y defensores de derechos humanos deben lidiar con amenazas constantes provenientes de grupos armados que están presentes a lado y lado de la frontera, así como con la estigmatización estatal, los problemas desencadenados por la presencia de cultivos de uso ilícito y la falta de garantías por parte de las autoridades para su protección y la paz en el territorio.
A través de tres ejemplos, la organización Foro Penal, en Táchira, da cuenta de cómo el Gobierno venezolano se ha dedicado a perseguir y criminalizar a defensores y defensoras de derechos humanos y activistas de la región. Según la organización, ese Gobierno ha utilizado a Táchira como una especie de «laboratorio de represión» para sofisticar mecanismos que violan los derechos de la población.
Más al sur, en el departamento colombiano de Arauca, se recuperan y exaltan las voces de las lideresas que forjaron procesos sociales y de defensa de derechos humanos en el territorio, en medio de la represión estatal, la discriminación por parte de los grupos armados y las dificultades para participar en la política. Las lideresas narran cómo ha sido ejercer el activismo en medio de un «mundo de machos» atravesado por la violencia. El texto también reivindica la memoria de las luchas de las mujeres trans en el territorio, sus resistencias y apuestas de construcción de paz.
Las amenazas a la libertad de expresión han sido constantes en el territorio. Al llegar al estado venezolano de Apure, la crónica en primera persona que incluimos narra la historia de un periodista que fue retenido durante varias horas por el Ejército bolivariano, mientras intentaba retratar la vida de un lugar donde los grupos armados aún libran una guerra sin cuartel. El texto también narra las consecuencias de la guerra en el lado colombiano, donde se presenta una violación muy dolorosa en el conflicto: el desplazamiento forzado.
Finalmente, las mujeres de la nación U’Wa, un pueblo indígena binacional afectado históricamente por el conflicto armado, convierten su tradición oral en una carta al mundo. En ella recuerdan que sin el territorio no existe humanidad, que la diversidad es el valor del mundo y que este pueblo habita la Madre Tierra sin fronteras. Las fronteras, para el pueblo U’Wa, son una invención e imposición de los hombres blancos y, por lo mismo, en el texto se intenta explorar la visión U’Wa del territorio como una unidad indivisible.
Cada uno de los textos contiene recomendaciones en los ámbitos comunitarios, estatales e internacionales, con un énfasis particular en el impacto que pueda tener la Unión Europea en mejorar las condiciones e impulsar el trabajo por los derechos humanos de las y los activistas en la frontera.
Desde nuestra perspectiva, los enormes desafíos que hoy enfrentan quienes defienden los derechos humanos en la frontera solo se van a superar a través de una estrategia regional que aborde las complejidades de ambos lados de la frontera. Ese camino debe tener en cuenta las miradas, los caminos, los ríos, los desiertos y las montañas… nunca los muros. Confiamos en que esta colección de textos ayude a seguir construyendo puentes, forjando alianzas y fortaleciendo procesos organizativos a lo largo de esos 2.219 kilómetros de frontera común.